El lagarto de la Magdalena
Si hay una historia que en Jaén se transmita de padres a hijos es la del lagarto de la Magdalena, ese monstruo legendario, de raíces medievales, que, aún repitiéndose con matices en otras latitudes, pasó inmediatamente a formar parte del acervo inmemorial de la ciudad, que no tardó en mitificarlo y elelevarlo al rango de icono propio, hasta el punto de dejar perpetua memoria de su fantástica existencia. Hoy, el lagarto, o dragón, que la propia Catedral de Jaén incorporó a su escudo, sigue en el barrio de la Magdalena, inmortalizado en una popular fuente, a escasos metros del célebre raudal de agua del que, dicen, salió un día para aterrorizar a los vecinos. La historia pasó de boca en boca y ha tenido múltiples versiones, si bien la base de todas ellas siempre es la misma.
Para explicarla, en su extrema sencillez, quede el relato que incluía Tomás Moreno Bravo en su librito Estampas de Jaén. dice así: "De vez en vez, sólo se oía, a primera noche, el rugir
trágico de un dragón, allá en unas rocas de la Magdalena. Sabíase que sus
fauces eran enormes, sus uñas de acero y sus ojos de fuego. Era dueño de vida y
haciendas. Todo lo arrasaba. En todo se enseñoreaba. A todos tenía
atemorizados. Como el monstruo de los Nibelungos. Mas una noche un joven
valeroso, alma de Sigfrido, se enfrentó con el feroz dragón o sierpe. Le dio
cabrito embadurnado en sangre cuyo interior rebosaba pólvora y metralla. El
jinete corrió en su corcel y tras él fuese el terrible dragón. Ya en los
adarves explotaron pólvora y monstruo. Y su piel quedo incrustada en las
murallas. Así se liberó a nuestra ciudad de una pesadilla."